Cádiz, 16 de noviembre 2011
Me encuentro en una situación paradójica, que me he procurado yo misma. Soy italiana, ex profesora italiana apasionada, y, en edad de abuela, alumna en la Universidad de Cádiz; en mi vida juvenil y no juvenil me he siempre involucrado en la vida política. Considero la política algo que puede ser noble.
Para mañana está organizada una huelga de los estudiantes de mi actual universidad. No he podido asistir ayer, 15 noviembre, a la asamblea, donde, de verdad, me habría sentido muy marciana. Tenía clase de lengua árabe, he estado ausente por mucho tiempo por un esguince en el tobillo y tengo que recuperar.
De todos modos busqué documentos, en la facultad, con el análisis de la situación educativa en España y Andalucía. No los encontré. Es posible que no los encontré por mi incapacidad de buscar. Sé de la situaciones de comunidades en las que gobierna el Partido Popular, que efectivamente han hecho recortes en la educación. Sé que la Comunidad de Madrid favorece, como terapia a las dificultades de la escuela española, una de las más integradoras de Europa, propone la institución de escuelas para “superdotados”, la peor estupidez que puede ser cometida en relación con la escuela en edad de formación, algo que hace daño hasta a los llamados “superdotados”; algo que efectivamente permite a los conservadores y reaccionarios de empobrecer y descalificar a la escuela pública: Los italianos hemos visto recortes monstruosos a la escuela y a la universidad en nuestro país justificados por la descalificada ex-ministra de la educación con la ideología de una grosera meritocracia (una verdadera meritocracia no puede prescindir de una solidaridad y de una aspiración a la justicia social).
Mi impresión es que en estos días de espera electoral un espíritu analítico sería necesario, para decidir si se debe participar o no a la huelga, y al final también para decidir sobre a quién votar e incluso una posible abstención consciente y responsable en la votación (personalmente no estoy de acuerdo con la abstención: quien se abstiene, vota para el partido que se ha beneficiado de su abstención).
Dice Manuel Gómez, estudiante de Filosofía de último curso, entre otras cosas que se pueden compartir: “ [En la escuela/universidad] No se enseña a pensar.".
Creo que el desarrollo del pensamiento hay una responsabilidad individual (si una chica está horas mirando por la tarde el berlusconiano Canal 5 la culpable es la escuela, pero también un poco ella), y también la responsabilidad personal de los profesores. Me doy cuenta de que mis “compañeritos”, que son adorables, inteligentísimos, no se atreven a mover objeciones a los (¡pocos, por suerte!) profesores que no trabajan como deberían, aunque saben perfectamente juzgarlos y se quejan de ellos.fuera de las clases, con mucha capacidad diagnóstica.
Si esta “revolución” juvenil no se hace conciencia crítica del día a día, junta estrechamente a respeto y a consideración hacia los otros, no sé cómo se puede pedir a la escuela y la universidad que "enseñe a pensar". No son suficientes todas las riquezas del mundo para hacer una escuela que enseñe a pensar, si no existe una relación crítica y dialéctica entre estudiantes y profesores: también quien enseña necesita estímulo y aliento y aprobación. Muchas veces no se miran los problemas cercanos, que son a menudo los más difíciles de tratar.
Por esas razones tengo mucha perplejidad sobre esta huelga de estudiantes. Pero me digo que yo no soy una verdadera estudiante. Que el futuro de estos jóvenes no es mi futuro (yo no tengo futuro). Que tengo que no intervenir en este movimiento de mis ideales nietos. Espero que tengan mucha suerte. Yo mañana, como una anciana señora curiosa, iré al rededor de mi facultad (que no es verdaderamente mía) a mirar lo que hacen y dicen mis nietos.
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